miércoles, 8 de octubre de 2014

Jornada por la paz - Rabino Gustavo Kraselnik

Palabras pronunciadas por el rabino Gustavo en la Jornada por la paz: Judíos, cristianos y musulmanes unidos por la paz y a dignidad humana, realizada en la USMA el 2 de octubre de 2014.


Apreciados amigos y amigas

Me siento profundamente honrado de poder compartir una breve reflexión en ocasión de esta jornada, en donde judíos, cristianos y musulmanes nos unimos por la paz y la dignidad humana.

Esta unión es testimonio del clima de armonía y convivencia fraterna que siempre ha caracterizado la práctica religiosa aquí en nuestro querido Panamá. Lamentablemente, pareciera ser que en otras partes del mundo, la intolerancia y el fanatismo prevalecen y el fundamentalismo religioso se impone frente al silencio o a la impotencia de los sectores moderados.

Hace dos semanas tuve el privilegio - junto a un grupo de dirigentes judíos de América Latina - de ser recibidos por el Papa Francisco en el Vaticano. Allí él nos compartió su preocupación por la angustiante situación de sus correligionarios: “Antes los perseguían a ustedes, ahora nos persiguen a nosotros” nos dijo.

Por eso en esta ocasión, además de condenar enérgicamente toda forma de violencia, especialmente la que se comete en nombre de Dios, quisiera destacar un concepto que debe ser vital para la experiencia religiosa contemporánea: la celebración de la diversidad.

En el caso de la milenaria tradición judía, la noción del pluralismo es central.

En un conocido pasaje de la Mishná (código pos bíblico del siglo III E.C.) los sabios se preguntan: ¿Por qué el Génesis afirma que al inicio fue creado un solo hombre del cual desciende toda la humanidad? Tres respuestas nos son dadas, cada una dueña de una profundidad inspiradora.

1- Para enseñarnos que cada persona es equivalente a todo un mundo. (“El que salva una vida es como si salvara un mundo entero”, la cita se hizo famosa ya que apareció en los carteles promocionales de la película “La Lista de Schindler” de Steven Spielberg.)

2- Para enseñarnos que nadie puede decir que sus ancestros son superiores a los de otra persona. El relato bíblico que dice que todos descendemos de Adán y Eva más que una sentencia biológica es fundamentalmente una afirmación ética. Todos somos hermanos. Todos somos iguales ante los ojos de Dios.

3- Para enseñarnos la grandeza de Dios. Un hombre acuña muchas monedas iguales con el mismo sello, mientras que Dios acuñó a todos los hombres con el sello del primer hombre, y sin embargo, ninguno de ellos se parece a su compañero.

Quisiera detenerme en esta última afirmación. La Mishná sugiere que es precisamente la diversidad humana el testimonio de la magnificencia divina. Mediante la pluralidad de atributos, cualidades, caracteres y particularidades de los seres humanos, haciendo de cada persona un ser único, es como se expresa la infinita naturaleza de lo trascendente.

Las tres tradiciones monoteístas compartimos la noción de un Dios Universal. Es el mismo; cada uno lo percibe a partir de su propia perspectiva de fe; es “el Dios de los muchos nombres” como solía decir nuestro querido Padre Néstor Jaén. (Que su memoria sea una bendición).

El pluralismo religioso demanda humildad espiritual. Asumir que en nuestra finitud y pequeñez humana solo existe una forma de conocer a Dios - la mía - no solo es peligroso, es además arrogante.

Por eso, como hombres y mujeres de fe debemos apreciar las diferencias. El encuentro con el otro, con el diferente, nos enriquece, nos permite conocerlo y también conocernos mejor a nosotros mismos.

No tengamos miedo, firmes en nuestras convicciones, celebremos la diversidad humana y construyamos juntos una sociedad y un mundo que irradie la belleza de un mosaico multicolor.

Así haremos realidad las palabras del profeta: “Trocarán sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No alzará más la espada nación contra otra, ni se ejercitarán más para la guerra.”

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