Rab. Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore, Bogotá, Colombia
Leemos en este Shabat la historia de uno de los personajes más polémicos del libro de Bereshit, Nóaj, el hombre elegido por Dios para salvarse del diluvio a bordo de un arca. Según la Torá, Nóaj es elegido por Dios para salvarse debido a que el es un “justo en su generación”. Desde los comienzos de la interpretación de este texto, los sabios discuten acerca del mérito de Nóaj, ya que llamarse “justo” en una generación de pecadores puede sonar como un cumplido, pero también como una característica peyorativa. Quienes lo interpretan como un cumplido enseñan que Nóaj tiene una dificultad mayor que otros justos, ya que en una generación pervertida por la transgresión es mucho más difícil ser justo; ser justo en esas circunstancias es ir contra la corriente. El obstáculo, según esta lectura, no es solo el impulso propio sino el contexto que condiciona.
Para la otra línea de interpretación, quien es llamado justo en una generación de pecadores no es necesariamente un virtuoso, sino que en términos relativos, es muy fácil destacarse en un contexto corrompido. Es el midrash en esta Parashá que acuña la famosa frase que dice “en el país de los ciegos, el tuerto es rey” (ver Bereshit Rabá 30:9). Ejemplificándolo de manera simple, el midrash nos dice que quien está buscando un vino y prueba de varios toneles encontrando solo vinagre, cuando prueba por fin un vino aceptable, lo va a valorar como si fuera uno exquisito.
Centrándome en esta segunda lectura, crítica con Nóaj, me gustaría intentar explicar por qué, en la historia de Nóaj, podemos precisamente ver que este personaje no es tan meritorio como a veces imaginamos.
Intentemos por un instante reconstruir la escena en la que Nóaj escucha el llamado divino, que le dice que construya un barco para salvarse. ¿Qué harían ustedes si escuchan un llamado así? ¿Correrían a construir un arca o intentarían avisar a los demás de lo que se viene, para intentar salvar al mundo? ¿Se encerrarían en la fantasía de lo aparentemente seguro o intentarían modificar de alguna manera la realidad, para poder evitar lo que es inminente? La decisión de Nóaj es clara. Ante el riesgo de correr la misma suerte que sus congéneres, Nóaj elige salvarse él, que es quien puede...
No solamente eso, sino que en su arca hay, en apariencia, lugar para varias personas más. Sin embargo, +el elige salvar animales: escarabajos, elefantes, codornices, arañas, jirafas, canguros, monos tití y koalas. El animal que nombren, estaba en el arca de Nóaj. Pero no había un vecino, un amigo, un familiar lejano...
Alguno estará pensando: “¡Pero solo estaba cumpliendo la orden divina!” A lo que el Midrash responderá que Abraham y Moshé también recibieron órdenes divinas, pero eligieron rebelarse ante lo que les parecía injusto.
Rashi intenta justificar a Nóaj, explicando que tardó en construir el arca 120 años, de modo tal que sus próximos pudieran acercarse y preguntar, mas ellos estaban demasiado ocupados en transgredir la voluntad de Dios. Sin embargo, esto no es claro en el texto bíblico.
Nóaj está tranquilo en saberse salvado, y cree que puede vivir por siempre en el arca.
Pero un día el diluvio termina, las aguas se calman y Nóaj puede volver a habitar la tierra seca. Seca y desolada, vacía de toda vida humana con la que Nóaj podría compartir su existencia. Nóaj sale de su refugio seguro, porque este no es real o al menos no es eterno. Y se enfrenta con la cruda realidad, que el arca le velaba pero no eliminaba. El diluvio arrasó con la humanidad toda y por lo tanto, su decisión de salvarse solo tiene también como consecuencia la imposibilidad de compartir su vida con otros. Es simbólicamente poderoso que lo primero que hace Nóaj al salir del arca, es plantar una viña y emborracharse. El vino emborracha cuando es tomado en exceso, y eso es más probable que suceda cuando no hay con quién compartirlo. Nóaj produce en el mundo post-diluvio algo que no tiene a quién convidarle; es entonces su propio egoísmo el que termina emborrachándolo.
Nóaj cree que puede desentenderse de una realidad y olvida que, al desentenderse de lo que pasa a su alrededor, no hace otra cosa que sustraerse a una realidad ficticia, en la que finalmente él tampoco sobrevivirá.
Quizá por eso los textos lo llamaron un “justo en su generación”, porque si bien su bondad superaba a la de sus contemporáneos, su egoísmo no le permitió arriesgar su propia salvación para ver si podía conseguir la de la humanidad toda. Abraham y Moshé, a diferencia de él, estuvieron dispuestos a discutir el decreto divino con tal de salvar a otros, y quizá por eso ellos son simplemente justos, en su generación y aún en el recuerdo que de ellos tenemos en nuestros tiempos.
Shabat shalom,
Rab. Guido Cohen
Asociación Israelita Montefiore, Bogotá, Colombia
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