miércoles, 1 de octubre de 2014

Sermón de Rosh Hashaná 5775


Rabino Gustavo Kraselnik

Hace exactamente una semana, el miércoles pasado a la noche, a esta hora, salía del Vaticano después de haber participado de un encuentro con el Papa Francisco. Fue una experiencia muy significativa e inspiradora. 

Por un instante pensé en lo increíble del momento. Para decenas de generaciones de nuestros antepasados esa era una situación irreal, un grupo de judíos saludando al Papa en vísperas de Rosh Hashaná y que el líder de la Iglesia nos reciba diciéndonos en hebreo: “Shaná Tová Umetuká”.

Estamos viviendo un nuevo tiempo en las relaciones judeo-cristianas. Después de 1500 años de discriminación, humillación, desprecio, persecución y asesinato, ahora predomina la fraternidad y el diálogo.

Permítanme ilustrar esta época extraordinaria que nos toca vivir con una historia que me gusta contar.

Algunos días después de la visita del Papa Juan Pablo II a la sinagoga de Roma, en abril de 1986, - la primera en la historia-, un señor de unos sesenta años recibe por correo un paquete y cuando lo abre, descubre sorprendido un pequeño laboratorio de química para niños, con una nota que decía: “Te quiero, Mamá.”

Inmediatamente coge el teléfono, llama a su madre y le pregunta qué era ese laboratorio de juguete que le había mandado. La mamá le responde: “Durante tu niñez todos los días me pedías que te regale ese juego de química que tanto deseabas y yo te respondía siempre que te lo iba a comprar el día en que el Papa vaya a la sinagoga; pues bien, ahora tuve que comprártelo.”


El Papa Francisco nos recibió con toda la calidez y la humildad que lo caracteriza y nos compartió sus esperanzas y sus preocupaciones ante la situación actual. Lo más destacado fue sin duda el clima de respeto y camaradería y de amistad sincera que dominó la reunión.

Saludó a cada uno de los miembros al principio y al final haciendo gala de una sencillez y de un carisma que no le quita dignidad sino que por el contrario exalta su liderazgo. 

Nos habló de su reciente viaje a Israel y su ilusión de que la jornada de oración que realizó con el presidente de Israel y de la autoridad Palestina ayude a avanzar en la construcción de un acuerdo de paz.

También mencionó que estamos ante una tercera guerra mundial y que hoy los cristianos están siendo perseguidos, tal como antes los judíos. Entre sus  frases me impactó cuando dijo “un buen cristiano necesita conocer sus raíces judías”

Comparto esta experiencia en esta noche de Rosh Hashaná porque creo que dice mucho sobre nosotros, dice mucho sobre nosotros como individuos y como congregación.


Hace unos seis meses realizamos un taller aquí que denominamos KSI2020 (vieron que esa es la portada del boletín). Convocamos a un grupo  diverso de miembros para pensar juntos como queremos que sea nuestra congregación dentro de 6 años.

Comenzamos a trabajar a las 8 de la mañana un domingo y nos fuimos pasadas las 6 de la tarde. Dedicamos tiempo y pensamiento para entender dónde estamos y fundamentalmente a dónde queremos ir.

Entre los documentos producidos en aquel taller redefinimos la visión de Kol Shearith Israel, aquello a lo que aspiramos ser:
Una Comunidad Judía con una visión moderna de la tradición, actividades religiosas, educativas, culturales y sociales de excelencia, una membresía orgullosa, creciente y comprometida; exitosamente integrada y respetada en la sociedad Panameña
Les repito el final: "Exitosamente integrada y respetada en la sociedad Panameña."

¿Qué significa esto? Que creemos en aportar al espacio común, creemos en que tenemos cosas importantes para contribuir al desarrollo de la sociedad y creemos que el diálogo es el camino adecuado como símbolo de la capacidad de encontrarnos con el otro y reconocer en él a un semejante.

Esto es parte del ADN de Kol Shearith Israel desde su fundación. Nuestro involucramiento en la sociedad es inherente a nuestro ser judío.


Hace unos meses fui invitado por el Congreso Judío Latinoamericano a una reunión en Costa Rica para hablar del diálogo interreligioso ante representantes de comunidades pequeñas de toda la región.

Hablé sobre la coyuntura especial que estábamos atravesando y cómo favorecía el clima para el diálogo, sobre las características propias del Papa Francisco un gran promotor de estos espacios y sobre lo importante que es para las comunidades judías participar no solo por convicción, sino como una forma de poder interactuar con factores relevantes de la sociedad especialmente en nuestros países.

Para mi sorpresa, tomando en cuenta la realidad panameña, el rabino ortodoxo de la comunidad tica escuchó toda la ponencia. En el momento del conversatorio, uno de sus feligreses le preguntó qué opinaba. “Bueno - dijo el rabino - escuché hablar del Papá y de las religiones, eso está muy bien, pero no escuché hablar de Torá ni de judaísmo.”

A esa visión pre moderna (por decirlo elegantemente) que no comprende que vivimos en un mundo globalizado y multicultural se presenta una exactamente opuesta y por ende, muy similar.

Es la que cree que el diálogo interreligioso es bueno porque legitima la falta de identidad propia. Es la que aspira a una suerte de sincretismo en donde lo único importante es ser buena gente.

Es la que parte de la premisa de la aculturación, es decir, el renunciamiento a ser quien uno es, difuminando las prácticas y las convicciones propias, priorizando los compromisos sociales y relegando los temas relevantes de la vida judía a un segundo o tercer plano. Nada más alejado de la realidad.

El diálogo solo se vuelve significativo cuando cada uno tiene claro quién es. Cuando puede ofrecer al otro sus ideas con firmeza y erudición. No buscando su convencimiento sino su enriquecimiento… pero para enriquecer al otro tengo que sentirme yo lo suficientemente enriquecido por mi propia tradición religiosa.

Por eso el diálogo interreligioso es desafiante para nosotros como comunidad y como individuos y por eso lo traigo aquí en esta noche sagrada.

Para hacer realidad nuestra visión de una comunidad judía respetada e integrada en la sociedad necesitamos fortalecer nuestra identidad y nuestra práctica judía. No podemos ilustrar al otro desde nuestra ignorancia, no podemos enaltecer la conversación  sin fundamentos, no podemos contribuir al arcoíris cultural de nuestra sociedad con un color pálido y apagado, no podemos ser parte del mosaico religioso con una figura borrosa.

Por eso, en estos Iamim Noraim, en estos días que sentimos el temor reverencial de la presencia divina frente a nosotros, quiero invitarte a renovar tu compromiso con la tradición judía. 

Asume el reto de ser un judío ilustrado, un judío “judaicamente educado”. Responsable y comprometido hacia una tradición que te puede inspirar de forma tal que la experiencia judía te atreviese cada segundo de tu vida.


Siendo un joven estudiante rabínico leí en un libro que ya ni  recuerdo, lo que para mí sigue siendo el mejor test, la mejor prueba para cuestionarse uno mismo, su nivel de compromiso judío:

Si un detective te sigue en secreto durante todo un día, desde que te levantas hasta que te acuestas, va a tu trabajo, se mete en tu casa, etc. ¿Se da cuenta que eres judío? ¿De qué manera?

Te dejo el ejercicio para que lo pienses en estos días (es una buena época del año para pensar) pero créeme que la respuesta puede ser dura…


Para hacer realidad nuestra visión en todos sus aspectos, necesitamos una membresía que se tome en serio su judaísmo. No nos sirve un judaísmo de una vez al mes, no nos alcanza un judaísmo que sea part-time, es más ni siquiera un judaísmo full time nos es de utilidad. Necesitamos judíos full life. 

Esa es la única respuesta que nos permitirá vivir una vida con sentido, hacer un aporte valioso a la sociedad en la que vivimos y garantizar la continuidad de las futuras generaciones.

Una congregación no es su historia ni su rabino, una comunidad no es su junta directiva o sus miembros más destacados. Somos ni más ni menos que la sumatoria de nuestros miembros. Son sus acciones la que definen nuestra identidad y el lugar que la tradición judía ocupa en nuestras vidas.

Tenemos una visión para el año 2020
Ser Una Comunidad Judía con una visión moderna de la tradición, actividades religiosas, educativas, culturales y sociales de excelencia, una membresía orgullosa, creciente y comprometida; exitosamente integrada y respetada en la sociedad Panameña.
Tenemos poco más de 5 años para hacerla realidad.
Es hora de poner manos a la obra.
Kol Shearith Israel te necesita.
Contamos contigo.

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