Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana
Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba
Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba
“Si Di-os sólo nos hubiese dado el Shabat hubiera sido Dayeinu, suficiente”, así reza el clásico canto de Pesaj, en gratitud por cada gran momento/episodio en la saga del Éxodo.
Es incontable el número de volúmenes que se han escrito sobre la importancia del Shabat en la civilización judía, desde los sabios del Talmud hasta A. J. Heschel entre otros en nuestros días.
Nuestra Parasha narra que los Hijos de Israel reciben por vez primera el mandato de observar el Shabat, el sagrado séptimo día (Ex. 16:26). A ellos y a sus descendientes se les ordenó descansar de sus labores en el séptimo día de la semana, principio luego consagrado en los Diez Mandamientos. “Recuerda el día de Shabat, seis días trabajarás y harás tu obra”…
Así como el séptimo día es sagrado, también lo es el séptimo año, llamado “Shemitá”, o Año Sabático (seguido por el Yovel o año del Jubileo, que es el año que sigue a un ciclo de siete años sabáticos).
El concepto de Shmitá es de “liberación”. Es el último de un ciclo agrícola de siete años, y la Torá establece que se le reconozca como un año de santidad, al igual que el séptimo día de la semana.
“Cuando entréis a la tierra que Yo os doy a vosotros, habrá de descansar la tierra, descanso ante Adonai” y agrega “Seis años sembrarás la tierra y recogerás la cosecha” (Lev.25:1-7).
El Shabbat y la Shemitá del séptimo año están íntimamente vinculados. Así como nosotros descansamos en Shabat, a la tierra se le deja descansar en el año de Shmitá. Son tiempos de quietud y paz interior, ocasiones para fortalecer nuestra espiritualidad y afirmar nuestra fe. Ese es el común denominador. En ambos casos el número siete es el patrón de medida.
Llama la atención el orden en que son presentados los versículos tanto en el caso de Shabat como en el de la Shemitá. Primero se establece el imperativo de guardar el Shabat, y luego refiere al trabajo de la semana. Del mismo modo los seis años de trabajo preceden al descanso del año sabático. ¿No debía la Torá comenzar con los días o años de trabajo, para pasar a mencionar luego los tiempos de cesación del trabajo?
Parecería que esta alteración de factores no es casual, sino que obedece a un ideal de establecer al “descanso ante Adonai” como meta superior, que deberá pautar desde un inicio el ciclo de tareas de los seis años siguientes.
Cuando uno se dispone a “entrar a la tierra” y desea dedicarse a una vida de labores para satisfacer necesidades materiales (“trabajar la tierra”), el primer paso es fijar el Shabat como prioridad. El motivo que subyace a las actividades productivas no debería ser el afán de lucro u otros beneficios como fin en sí mismo, sino como medio para fines espirituales.
Especialmente en nuestro mundo de vertiginosos cambios tecnológicos, este enfoque de la Torá evita que la persona pierda de vista la visión total y aliene su vida en pos de los quehaceres mundanos, semana tras semana, día tras día. La constante conciencia de los valores del espíritu transforman los opacos años de inmersión en lo material, en años imbuidos de propósito y pleno sentido.
Una vez que la persona desarrolla este elevado nivel de conciencia, la observancia del Shabat misma resulta enaltecida, desde que se cultiva una disposición de ánimo sabático único e inefable.
De este modo la práctica del Shabat deja de ser un ritual mecánico, que es cumplido “por tradición”, para transformarse en un motivo de elevación, un oasis de paz y tranquilidad espiritual, tanto para uno mismo como para la familia, un verdadero “descanso ante Adonai”.
Rabino Daniel Kripper
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