miércoles, 15 de febrero de 2017

La Shoá en la Conciencia Occidental

Por Ricardo Arias Calderón, ex – Primer Vicepresidente Panamá.
Abril del 2003

    Hoy conmemoramos la Shoah, el Holocausto, el genocidio de 6 millones de judíos, un tercio del pueblo judío de aquel entonces por los Nazis y sus cómplices, uno de los actos más premeditadamente abominables de toda la historia humana.  Se realizó de cara a un mundo que no quería reconocerlo y que no hizo gran cosa efectiva por evitarlo, aunque  el crimen se prolongó durante 12 años y 4 meses, desde el 30 de enero de 1933, cuando Hitler llegó al poder en Alemania y el antisemitismo se convirtió en política oficial de un Estado europeo, hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, a principios de mayo de 1945, cuando los ejércitos norteamericanos liberaron los restantes campos de concentración, donde encontraron cuadros humanos ultra dantescos que desafiaban la comprensión y hasta la expresión.  Lo conmemoramos, en torno al 19 de abril, al cumplirse el sexagésimo aniversario del inicio del levantamiento del Ghetto de Varsovia en 1943, la resistencia más heroicamente desesperada que opuso el pueblo judío durante toda la Shoah al intento racista  por aniquilarlo.

   Hablar en esta conmemoración es un honor tremebundo.  Hacerlo en la Congregación Kol Shearith Israel, La voz del Remanente de Israel, es especialmente significativo en este año del Centenario de la República.  Fundada en 1876, veintisiete años antes de nuestra independencia, Kol Shearith ha reunido tradicionalmente a familias judías que compartieron con el resto de nuestro pueblo nuestro primer siglo de experiencias como República independiente, tanto las gozosas como las dolorosas, desde la Independencia en 1903 hasta la plena transferencia del Canal y su zona adyacente a la exclusiva soberanía y administración de Panamá el 31 de diciembre de 1999. 

En relación con dicha Congregación pienso en los Cardoze, De Castro, De Lima, Delvalle, Fidanque, Henríquez, Levy, Maduro, Melhado, Motta, Osorio, Robles, Sasso, Valencia y otros que por numerosos no puedo enumera.  Esta es la Congregación judía que en su memoria colectiva más y mejor puede recordar nuestro primer siglo de historia republicana independiente, pues sin ella Panamá no habría llegado a ser lo que es hoy día.

A mí personalmente Kol Shearith Israel me trae el recuerdo de judíos ejemplarmente rectos, hombres justos: un Felipe Motta, panameñísimo según una modalidad afablemente campechana, persona calladamente generosa con su riqueza bien habida y singular servidor cívico de Panamá, un Woodrow De Castro, también panameñísimo,  pero según una modalidad de señor cosmopolita, de una cultura superior y que sirvió como asesor independiente en varias  oportunidades que la Patria atravesó por difíciles momentos políticos, y un Walter Watson, norteamericano que fue panameñísimo por su amor probado y comprobado a Panamá, casado con una gran mujer judía panameña, Lea Sasso, y quien tanto hizo por las buenas relaciones entre nuestros dos países.

    Es muy apropiado que recordemos la Shoah en la Congregación que tiene la memoria vital más larga y compleja de nuestro país.  Yitzjak Rabin en el cincuentenario del Holocausto comentaba que “los sobrevivientes del Holocausto abandonan lentamente el mundo de los vivos.  La gente que hizo frente al infierno y sobrevivió el fuego…” Pero añadía:  “El Holocausto es parte de nuestras biografías, incluso si no estuvimos allí.  Es nuestra historia nacional (de Israel) escrita con sangre y lágrimas.” (1)

    Puedo preguntarme: ¿ qué hago yo  como católico aquí y  por qué la Shoah nos concierne a los católicos?  Para nosotros los cristianos el judaísmo no es una religión más.  Jesucristo, su madre María y sus Doce Apóstoles fueron judíos practicantes.  La revelación al pueblo judío es parte integral de la nuestra y en consecuencia sus recuerdos no pueden estar ausentes de nuestra conciencia.  Por ello, Pío XI condenó solemnemente el racismo nazi en la Encíclica “Mit brennender Sorge” (Con palpitante Preocupación) del 14 de marzo de 1937 y el 6 de septiembre de 1938 decía: “El antisemitismo es inaceptable.  Espiritualmente, todos somos semitas”. (2) Por ello también, Pío XII en su primera encíclica, Summi pontificatus, el 20 de octubre de 1939 puso en guardia contra las teorías racistas que negaban la unidad de la raza humana, lo que contradecía el prespuesto básico del nazismo, en su preferencia por una presunta raza aria pretendidamente superior y en su odio por la llamada raza judía. (3) Y por ello S.S. Juan Pablo II llama a los judíos “nuestros hermanos mayores” y considera que “los días de la Shoah fueron una  verdadera noche de la historia, porque entonces se registraron crímenes inauditos contra Dios y contra el hombre”.(4)

    Para un cristiano, Israel no es un simple hecho político.  Desde el momento en que uno cree que Israel ha sido escogido por Dios como su pueblo para a través del mismo transmitir a la humanidad enseñanzas decisivas, Israel es también un misterio, en el sentido fuerte y religioso de ese término.   A través de la historia bíblica de Israel, la humanidad aprendió cuál es la salvación que Dios le ofrece al hombre, como persona libre y responsable, vía el amor que lleva hasta el sacrificio de la vida.  A través de la historia ulterior de Israel, de las persecuciones de las que ha sido objeto reiteradamente y especial de la Shoah, la humanidad ha aprendido que frente al misterio de la salvación hay el misterio de la iniquidad.

    Podemos preguntarnos más ampliamente: ¿por qué judíos y cristianos y los demás seres humanos debemos recordar la Shoah, sobre todo cuando estamos iniciando  un nuevo milenio y pareciera recomendable distanciarnos de lo negativo que nos haya ocurrido en el pasado?.  Resulta que el recuerdo es el mejor antídoto contra la repetición histórica y este es un primer propósito de recordar la Shoah: ¡que más nunca se repita!

    Un segundo propósito es el de que los  que no somos judíos examinemos nuestro grado de responsabilidad por el holocausto, pues toda forma de antisemitismo o antijudaísmo contribuyó al ambiente que lo hizo posible. S.S. Juan Pablo II en una oración en la que  pedía  perdón  reconocía en 1991 “nuestra  pasividad (de los cristianos) de cara a la persecución y al Holocausto de los judíos”. (5)  Y en el documento de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones  Religiosas  con el Judaísmo se especifica: “No se puede ignorar la diferencia que existe entre el antisemitismo – basado en teorías  contrarias a la  enseñanza  constante de la Iglesia sobre la unidad del género  humano y la igual dignidad de todas las razas y de todos los pueblos-, y los sentimientos de sospecha y de hostilidad existentes desde siglos – que llamamos antijudaísmo-, de los cuales, por desgracia, también  son  culpables los cristianos”.(6)

El nazismo fue un neopaganismo moderno y como tal se opuso e incluso  persiguió a la Iglesia. “Pero conviene preguntarse, continúa esta Comisión de la Santa Sede, si la persecución del nazismo con respecto a los judíos  no fue facilitada por los prejuicios antijudíos presentes en la mente y en el corazón de algunos cristianos”. (7)   

Por eso para S.S. Juan Pablo II, el recuerdo de la Shoah, como  “el peor sufrimiento de todos” los que ha padecido el pueblo judío, se realiza por su parte en nombre de los católicos de un modo que podemos llamar confesional, tratando de precisar nuestro grado de corresponsabilidad por el ambiente que lo hizo posible, pidiendo perdón de Dios por la misma y solicitando de “nuestros hermanos mayores” que nos den otra oportunidad de ser escuchados por ellos para mirar juntos un futuro común.  Éste es el segundo propósito de recordar la Shoah: que los cristianos y otros seres humanos que no son judíos purifiquemos nuestra conciencia de su corresponsabilidad por la Shoah y que podamos restablecer nuestra comunicación y amistad a fondo con los judíos.

    Al mismo tiempo, se da un tercer propósito al recordar la Shoah.  Este recuerdo ha de producir entre los judíos, como reza la oración del “Malé Rajamim” (el Dios Misericordioso) que “seamos merecedores de su sacrificio y se refleje sobre todo Israel”.   Ello debe preservar a Israel del peligro de absorber los modos de actuar que corresponden a la iniquidad. Ben Gurión decía que Israel debía ser “una luz  para las  naciones”. Nada debe comprometer a Israel con las  actitudes y los procedimientos de las fuerzas  nocturnas de la historia.  Israel por ser en la historia portador del misterio de salvación y testigo-víctima del misterio de la iniquidad, debe permanecer fiel a su relación privilegiada con Dios y por ende a su propia identidad.

    Recordamos hoy la Shoah para precavernos contra su impensable repetición, para que quienes no somos judíos nos purifiquemos de cualquier rastro de antisemitismo o de antijudaísmo y para que los judíos se mantengan dignos de su escogencia por Dios como su pueblo por el cual trasnmitirle  algunas enseñanzas decisivas a la humanidad sobre el hombre  en su vinculación con Dios.(8)


1  Día de recuerdo del Holocausto”,  Centro de Información de Israel, Ahvá, Jerusalem, 1996, p.4.
2 “Nosotros Recordamos:  Una Reflexión sobre la Shoah”, Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el  Judaísmo, 16 de marzo de 1998, p. 19.
3 Ibid., p.19.
4 Luigi Accattoli, Quand le pape demande pardon, Paris, Albin Michel, 1997, p.137.
5 Ibid., p.138.
6 “Nosotros Recordamos...”, op.cit., p.21.
7 Ibid., p.22.
8 Thomas Cahill, The Gifts  of the Jews, How a Tribe of Desert Nomads Changed the Way Everyone Thinks and  Feels, New York, Doubleday, 1998.

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